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SIGUIENDO AL EQUIPO EN VIVO DESDE CASA, JUGANDO EN EL CAMPO DEL RIVAL

concentración inicial
graderío natural
   
inicio de la marcha del 23 de mayo de 2004
aspecto del peculiar graderío natural que se formó

            El esperpento vivido en Oviedo en torno al fútbol en los comienzos del siglo XXI, con el Real Oviedo empujado a la 3ª división, siendo acosado desde diversos frentes para forzar su desaparición y con el intento de suplantación por parte del llamado Oviedo A.C.F., produjo las notas mas curiosas con ocasión de los encuentros en los que los oviedistas tuvieron que jugar como forasteros en feudo del conocido como "engendro".

            Si en la temporada 2003/04 el encuentro llegaba al final de la campaña, en la penúltima jornada y era intranscendente para los oviedistas, que ya eran campeones, veían como sus rivales tenían que hacerles el tradicional pasillo de honor y ya estaban preparando la promoción, en la temporada siguiente llegaba a mediados de la 2ª vuelta (25ª jornada). Pero, en ambos casos, lo importante no era el resultado sino lo que rodeaba a unos partidos en los que el Real Oviedo se veía obligado a cambiar de colores para rendir visita al feudo del equipo creado desde la alcaldía de Gabino de Lorenzo para suplantarle.

            En la primera de esas campañas, tras la masiva manifestación (de aproximadamente unas 6.000 personas) que culminó en el Tartiere, previa al partido de la 1ª vuelta (11/01/2004), para la devolución de visita se repitió la operación, si bien, en este caso, la concentración inicial llevó a la gente en una marcha hasta el escenario del encuentro pero sin acceder al interior del estadio. Como la directiva del equipo local se negó a facilitar entradas amparándose en una falsa falta de aforo (sólo a última hora y por imposición de la Delegación del Gobierno se entregaron 500 localidades), el destino iba a ser la zona próxima del parque de invierno, desde una de cuyas colinas se podía observar en la distancia el encuentro. Los locales quedaron en evidencia por cuanto, pese a afirmar machaconamente durante toda la temporada que contaban con más de 6.500 abonados (de ser cierto quizás el motivo era que muchos lo eran sin saberlo por el chantaje que los mandatarios municipales ejercían sobre las empresas que contrataban con el ayuntamiento, que sacaban abonos para sus empleados), fueron incapaces de llenar las poco más de 1.500 localidades del graderío del estadio municipal de atletismo de San Lázaro, donde jugaron aquella temporada desalojando a los atletas. Y eso que muchos de los que accedieron al recinto eran oviedistas, es decir, visitantes aquella tarde. Al final, el número de aficionados oviedistas que animaron a su equipo desde el parque, en medio de una improvisada especie de romería, triplicó sobradamente al de aficionados locales.

            Si la pintoresca situación producida dio la vuelta al país, en la temporada siguiente se superó, pese a que parecía imposible. Y es que el cambio del escenario en el que el O.A.C.F. disputaba sus encuentros hizo que el Real Oviedo fuese a jugar como forastero a poco más de 100 metros de su campo, distancia existente entre el Nuevo Carlos Tartiere y el Hermanos Llana, el campo del Astur que, paradójicamente, utilizaba quien acabó con él. Y la historia se repitió, pues, pese a que los directivos del O.A.C.F. habían rebajado sus delirantes afirmaciones sobre el número de abonados con los que contaban hasta los 2.500 (cifra todavía muy difícil de aceptar por cuanto la mayor asistencia de público a sus partidos nunca pasó de los 500), al contar la tribuna del campo con unas 800 localidades y no querer injustificadamente—, que se ocupase el perímetro del terreno de juego, no pusieron entradas a la venta en taquilla.

            Los oviedistas aprovecharon que desde las terrazas y zonas altas del fondo norte del Tartiere había una excelente panorámica del campo del rival (únicamente el parking los separa) para citarse en el estadio propio para seguir en vivo un partido que su equipo jugaba como visitante en el cercano campo. Más de 3.000 aficionados animaron a los suyos encaramados en los más variados lugares, desafiando a la lluvia y al gélido ambiente reinante (en plena ola de frío, la ciudad había amanecido cubierta por un manto de nieve). Mientras, la realidad volvía a poner en evidencia a los dirigentes del equipo usurpador: poco más de 500 personas vieron el encuentro desde el interior del Hermanos Llana. Incluso los medios informativos realizaron su labor desde el Carlos Tartiere solidarizándose con los compañeros a los que se negó el acceso al Hermanos Llana por rebelarse contra los planes municipales de sentenciar a muerte al equipo representativo de la capital del Principado.

            Encima, el resultado final de 1-3 posibilitó la celebración de una improvisada fiesta en el Tartiere al esperar los aficionados en el estadio a los integrantes del equipo, que sólo tuvieron que cruzar el aparcamiento para agradecerles el apoyo recibido de una manera tan impensable.

            Las imágenes de lo ocurrido en una tarde histórica, por lo improbable de que se pueda repetir una situación igual, hablan por sí solas:

 
fondo Norte
panorámica
panorámica
 
fondo norte del Tartiere
panorámica que se tenía
el Hnos. Llana medio vacío
 
panorámica
escaleras
accesos
 
la lluvia dificultaba a veces la visión
escaleras utilizadas de mirador
accesos abarrotados
 
corredor
graderío
interior
 
desde el corredor principal
en la zona alta del graderío
desde lugares insospechados
 
tifo
tifo
celebración
 
desplegando tifos
sobre el aparcamiento
celebración final en el interior
 
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