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DON CARLOS TARTIERE

homenaje
C. Tartiere
palco
 
homenaje al cumplir 20 años de presidente
un joven Carlos Tartiere
celebrando un gol en Buenavista

            A finales del siglo XIX llegó a Asturias don José Tartiere Lenegre. Era un bilbaino de origen francés de 28 años, ingeniero industrial recién titulado, al que su carácter emprendedor y su conocimiento del mundo de los negocios le llevarían a crear una amplia red de empresas en variados sectores de producción. Además, el patriarca de la familia, junto a sus aportaciones en ámbitos como el siderúrgico, bancario, minero o del transporte, fundaría el diario LA VOZ DE ASTURIAS (el 10 de abril de 1923 salió a la calle por primera vez) y pese a no ser aficionado, sería el principal impulsor de la creación de un equipo de fútbol: el Deportivo de Oviedo. Fallecería en 1927, pasando a la historia como el gran promotor de la industrialización asturiana.

            En 1900 nacería en Lugones su hijo Carlos, quien sí se mostraría interesado desde el primer día por el novedoso deporte llamado foot-ball. Pese a que su padre era el principal promotor del Deportivo, el equipo de la burguesía, don Carlos Tartiere de las Alas Pumariño encauzaría su afición hacia el Stadium, el equipo modesto de la ciudad. Pero sería un activo promotor de la fusión de ambos clubes que se concretaría el 26 de marzo de 1926.

            Como presidente desde el primer día de la nueva sociedad, se convertiría en uno de los mecenas que hicieron del fútbol el deporte rey del país. Su figura para el Real Oviedo podría equipararse con la que había representado antes Joan Gamper para el F.C. Barcelona o la que representaría Santiago Bernabéu para el R. Madrid, después. Los sucesivos déficits con los que terminaban las temporadas, eran cubiertos por los directivos, siendo Carlos Tartiere quien más dinero aportaba para cuadrar las cuentas.

            Eran otros tiempos en todos los sentidos. Una vez que «HERRERITA» acudió para renovar su ficha al chalet que la familia tenía en la calle de Uría, al preguntarle el presidente sobre cuales eran sus pretensiones, «HERRERITA» contestó que "lo que él pusiese iba a misa". Esa fue toda la negociación.

            Entre otros méritos llevó al Real Oviedo hasta la 1ª división, donde vivió una época dorada en la historia azul, mantuvo a los grandes jugadores con que contaba la entidad rechazando importantísimas ofertas que recibió de otros clubes por las grandes figuras (sentenció en varias ocasiones que "el Real Oviedo compra, no vende"), creó un equipo filial y dotó al club de un estadio a la altura de los logros alcanzados.

            Considerado un gran benefactor de la ciudad, no sólo del fútbol, su calidad humana tuvo fiel reflejo en el cariño que le tenía la gente y que se plasmó en un homenaje que se le tributó en abril de 1946, tras cumplirse 20 años en el cargo de presidente. Agasajado por todos, la fiesta culminaría con un espectacular partido de fútbol en Buenavista, aprovechando el encuentro de vuelta de los octavos de final del campeonato de Copa que jugaría el Español de Barcelona el día 28. Los futbolistas le obsequiarían con un gran encuentro en el que derrotaron a los españolistas por 3-1. Jugaron aquella tarde ARGILA; JUGO, PENEDO; SANSÓN, DIESTRO, GRANDA; «ANTÓN», CABIDO, ECHEVARRÍA, «HERRERITA» y «EMILÍN».

            Era una persona apacible y calmada, que transmitía sensación de seguridad. Un gran aficionado a la caza y buen conversador, a quien nunca le atrajo el poder (rechazó las propuestas que tuvo para ser alcalde).

            Fallecería en su residencia gijonesa de Somió, pocas fechas después del inesperado descenso del club que llevaba presidiendo más de 24 años, el 31 de julio de 1950, víctima de la leucemia, pese a los múltiples comentarios que se hicieron sobre la causa. Una incuantificable cantidad de gente se echaría a la calle para acompañar su féretro y darle el último adiós. La manifestación de duelo en la ciudad fue memorable y se encargó al escultor Víctor Hevia la realización de un busto con su imagen para ser colocado en el estadio, como signo de recuerdo póstumo.

 
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